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  • Beatriz Aguirre-Urreta: “Por mi amor a la paleontología, pasé un mes sin bañarme”

    La científica recibirá hoy el prestigioso premio Fundación Bunge y Born por el hallazgo de moluscos fósiles en la Cordillera. CLARIN, 24 de agosto de 2016 - Se piensa que a los paleontólogos les fascina buscar fósiles de dinosaurios enormes. Sin embargo, hay quienes consiguen felicidad con tan sólo hallar restos de organismos prehistóricos y con menos fama. Beatriz Aguirre-Urreta es de ese tipo de gente. Encontró su disfrute y desarrolló su vocación con el estudio de los amonites, unos moluscos fósiles que fueron parientes de los calamares y pulpos actuales, que exhibían una conchilla enrollada en espiral. Hoy, a las 19 horas recibirá en Capital el prestigioso premio Fundación Bunge y Born –que implican 100.000 dólares– por su “prolífica labor académica como por su extensa carrera docente”, durante un acto al que asistirán cinco ministros del Gobierno y la primera dama, Juliana Awada. -¿Cómo decidió ser científica? En realidad, decidí ser paleontóloga. Desde muy chica, esperaba que bajara la marea y siempre juntaba huesos fósiles en la playa de Necochea. Después del secundario, decidí estudiar biología en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Aunque no tenía a ningún investigador científico en mi familia. Mi mamá era profesora de matemática y mi papá, médico. -¿Sus padres alentaron su carrera? Me preguntaban si iba a poder vivir de la paleontología, y mi respuesta era: “Sí, no te preocupes”. Al terminar la licenciatura, hice un doctorado en biología, y más tarde un doctorado en geología. Porque no existía en aquel momento la carrera de paleontología. Con otros colegas, la impulsamos y hoy es una carrera viva.  -¿Y cómo llegó a convertirse en una de las mayores expertas en amonites del hemisferio sur? Mi jefa de trabajos prácticos, Lidia Lustig, decía que era importante contar con una colección propia de fósiles. Aconsejaba ir al campo para excavar, y trabajar con los propios fósiles. Empecé a estudiar los fósiles de amonites, que habitaron los mares del mundo hasta hace 65 millones de años. Y trabajé más contenta cuando encontré mis propios fósiles de amonites. Fueron organismos abundantes en el planeta, desde el Ártico hasta la Antártida, y se extinguieron al mismo tiempo que los dinosaurios. -Pero no es fácil hallar sus restos. Íbamos todos los veranos a la cordillera de los Andes a investigar. Porque allí hace más de 65 millones de años había un mar. Al principio, trabajamos en la cordillera patagónica. Nos mudamos a la alta cordillera de San Juan y a Mendoza. Trabajamos en la misma zona en que el naturalista inglés Charles Darwin recorrió en el siglo XIX. Ahora trabajamos en la cuenca neuquina, que es más amigable desde el punto de vista de la logística. Las rodillas ya no me dan tanto, pero sigo investigando. Algunos piensan que hay que ser excepcional para investigar y pasar tanto tiempo en la montaña. Pero sólo se necesita un físico razonable y muchas ganas de trabajar. Algunos no entienden que un paleontólogo pase un mes sin bañarse y cocinando con leña. Yo lo hice y lo disfruté mucho. Mis dos hermanos me siguen viendo como un bicho raro. -¿Sus hallazgos tuvieron alguna aplicación directa? Con nuestro conocimiento, colaboramos con profesionales de la industria para afinar la edad de los sedimentos de la Formación de Vaca Muerta, donde hay amonites a más de 2.000 metros de profundidad. El lugar hoy es clave para la industria de los hidrocarburos no convencionales. -¿Para qué siguió los pasos de Charles Darwin en el país? Trabajábamos con su libro de viaje en la mano. Es que el naturalista tuvo aquí sus primeras ideas de evolución a partir de hallazgos de fósiles de grandes mamíferos en la costa atlántica y de amonites a 3.000 metros de altura. Se preguntó cómo habían ascendido y cuánto tiempo había pasado. Hoy sabemos que los amonites estaban en un mar, donde después de millones de años emergió la Cordillera de los Andes. #premio #paleontologia

  • Se entregó el Premio Fundación Bunge y Born 2016 en Paleontología

    Es la recompensa a la investigación científica más importante de la Argentina y este año se otorgó por primera vez a la disciplina de Paleontología. La premiada es Beatriz Aguirre-Urreta, una de las más destacadas investigadoras de América del Sur en esta especialidad. A su vez, Martín Daniel Ezcurra, joven científico que a los 29 años ha hecho aportes de gran calidad en el campo de la evolución de los animales prehistóricos, recibe el Premio Estímulo a Jóvenes Científicos. En una ceremonia encabezada por Jorge Born, Presidente de la Fundación Bunge y Born, el pasado 24 de agosto se entregó uno de los más acreditados reconocimientos a la ciencia y a la investigación de América Latina.  Instituido en 1963, lo obtuvieron notables personalidades, como el Dr. Luis Federico Leloir, quien lo recibió en 1965, cinco años antes de ganar el Premio Nobel. El acto contó con la asistencia de más de 350 personas entre las que destacamos la participación especial de la Primera dama, Juliana Awada, y de varios funcionarios como Lino Barañao, Alfonso Prat-Gay, Carlos Melconian, Guillermo Dietrich, Facundo Manes, Kent Mark Andrew Geoffrey (Embajador de Gran Bretaña); miembros del Jurado, ganadores del premio de años anteriores, miembros del CONICET y demás referentes vinculados con la comunidad científica y proyectos de la Fundación. “Es el Premio Científico más importante, que entrega una entidad privada, por su monto y su prestigio, y desde 1964 se entrega anualmente a investigadores consagrados en el país –precisa Gerardo della Paolera, Director Ejecutivo de la Fundación Bunge y Born-. Basta con mencionar que, además del Dr. Leloir, lo recibieron Alfredo Lanari, Alfredo Pavlovsky, Eduardo De Robertis, Eduardo Arzt, Gabriel Rabinovich, Antonio Hall y otros grandes de la ciencia nacional.” Jorge Born (h) -Presidente de la Fundación- agrega: “La distinción alcanzada por logros científicos de alto prestigio es siempre un acontecimiento para celebrar, por eso vale la pena destacar que, desde hace 53 años, el Premio Fundación Bunge y Born tiene como finalidad reconocer y estimular a investigadores por la trascendencia de sus aportes científicos y por su contribución a la formación de recursos humanos”. El jurado destacó que Beatriz Aguirre-Urreta “se encuentra entre los científicos más destacados dentro del campo de la Paleontología de la Argentina y de América del Sur” y que sus trabajos van más allá de la paleontología pues “tienen aplicación directa sobre la exploración de nuevos yacimientos de petróleo en las Cuencas Austral y Neuquina”. Sus investigaciones sobre la Formación Vaca Muerta, tema en plena discusión a nivel mundial, la colocan como referente científico en la materia, sumado a que localmente es importante destacar su desempeño y liderazgo como docente y creadora, nada menos que, de la carrera de Paleontología en la Universidad de Buenos Aires. Sobre Martín Daniel Ezcurra expresó: “el marco teórico empleado, la información anatómica generada, el abordaje metodológico y la diversidad y cantidad de trabajos publicados a nivel internacional en tan corto plazo permiten sostener que Ezcurra no solamente posee una extraordinaria producción científica sino también una notable proyección internacional como investigador”. #premio #paleontologia

  • Cazadores de fósiles

    LA NACIÓN, 3 de junio de 2016 - Xu Xing, el paleontólogo chino que acaba de pasar por Buenos Aires para participar en las 30as Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados y para dar una charla en el Centro Cultural de la Ciencia, es una especie de rockstar de los reptiles gigantes. Descubrió dinosaurios emplumados y fósiles de algunas de las primeras aves que se conocen, ayudó a demostrar que los pájaros evolucionaron a partir de los dinosaurios y zanjó un debate de larga data cuando todavía no completaba la cuarta década de vida. Pero, atención en este tema, acá no nos quedamos atrás: si hubiera un mercado internacional de "pases" de paleontólogos como el que existe para los futbolistas, no cabe duda de que el país sería considerado un semillero excepcional de cazadores de fósiles. En estos días dos de ellos merecen un reconocimiento especial. Uno es José Bonaparte, cuya obra se recuerda desde el 14 de mayo en una exposición de la Biblioteca Sarmiento, de Mercedes, ciudad en la que se crió, pero que abandonó durante medio siglo para ir tras las huellas de algunos de los ejemplares más notables que se hayan encontrado. Hijo de un marinero italiano, Bonaparte nació en Rosario, en 1928, y en 1947, con apenas 19 años, fundó con un grupo de amigos lo que es hoy el Museo Municipal de Ciencias Naturales de Mercedes. De allí en más, fueron 50 años de actividad ininterrumpida (veinte de ellos, en la Universidad de Tucumán) e innumerables expediciones. Con una persistencia y determinación a toda prueba, marcó hitos en el conocimiento de la fauna que poblaba Gondwana (la masa terrestre de la que se desprendió América del Sur) hace decenas de millones de años. Entre sus discípulos se cuentan algunos de los más resonantes protagonistas de la paleontología actual, como Fernando Novas, Rodolfo Coria, Luis Chiappe, Guillermo Rougier, Leonardo Salgado y Jorge Calvo. Hace cuatro años, Mike Benton, investigador de la Universidad de Bristol, publicó en el Journal of Vertebrate Paleontology una revisión de las 1400 especies de dinosaurios identificadas y publicadas entre 1820 y 2004 en todo el mundo. En ese estudio, Bonaparte se ubicó como el paleontólogo vivo con más especies nombradas que siguen siendo válidas (23 de 24). Lo seguía precisamente Xu Xing, de la Universidad de Pekín, con 18. El argentino, con un índice de validez de 0,96, superó incluso al mediático Paul Sereno, norteamericano, que nombró doce especies y tenía un índice de validez de 0,92. Quienes lo conocen afirman que dejó todo de lado en pos de la pasión que lo llevó a recorrer vastos territorios en busca de huesos sepultados durante millones de años, y le permitió realizar descubrimientos impactantes, como el Carnotaurus sastrei, el primer fósil de dinosaurio con cuernos, que conservaba impresiones de su piel, en Chubut. A pesar de ser autodidacto, trabajó en el Museo Field de Chicago, en Harvard, en Berkeley, en Inglaterra, Alemania y Canadá. Además de sus hallazgos, aportó nuevos desarrollos teóricos y puso a la Argentina en el centro de la escena paleontológica internacional, explicó en esa oportunidad Novas. Por su parte, Beatriz Aguirre-Urreta, que a lo largo de una extensa carrera científica y docente se dedicó a fósiles mucho más pequeños, los amonoideos del Cretácico, un tipo de moluscos cuyo descendiente más cercano es el Nautilus, acaba de convertirse en la segunda mujer en recibir el Premio Bunge y Born a la ciencia, que este año por primera vez se otorga a la paleontología. En campañas a lomo de mula, que le exigían permanecer meses en lo alto de la Cordillera, viviendo en carpa, o que la hicieron protagonizar singulares peripecias durante la caída de la URSS, adonde la había llevado su trabajo científico, Aguirre-Urreta, la primera latinoamericana y la primera mujer en ser miembro de la Sociedad Geológica de Londres, la más antigua del mundo, fue considerada por el jurado como "una científica excepcional" que se destaca tanto en la ciencia como en la docencia, ambas tareas desarrolladas totalmente en la UBA. Sin duda, ambos y sus numerosos seguidores son dignos herederos de Ameghino, también oriundo de Mercedes, ese director de escuela devenido en buscador de huesos que nunca dejó de preguntarse de dónde venían y que, apremiado por las penurias económicas, debió abrir una librería para sustentarse. Su nombre: El Glyptodón. #premio #paleontologia

  • Salta: Supervisores y directores de Nivel Inicial reciben formación y asesoramiento

    La iniciativa se lleva adelante como una propuesta acordada entre el Ministerio de Educación de Salta y las fundaciones Pérez Companc y Bunge y Born para la actualización profesional de supervisores y directores de la provincia. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SALTA, 17 de mayo de 2016 - Esta semana, directores y supervisores de Nivel Inicial de toda la provincia reciben formación y asesoramiento de reconocidos especialistas en educación. Hoy, en el Centro de Convenciones de Casa de Gobierno, iniciaron los encuentros. La iniciativa es organizada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología y las fundaciones Perez Companc y Bunge y Born, con la finalidad de promover la actualización profesional de supervisores, fortalecer su rol y desarrollar competencias claves para el desarrollo del aprendizaje en las escuelas. Los encuentros girarán alrededor de tres ejes: El juego, la alfabetización y la gestión del Nivel Inicial. En el encuentro de hoy, dictó la formación el reconocido especialista en el medio, Miguel Ángel Roldán. Participarán en las sucesivas jornadas los especialistas: Celia Rosemberg, Daniel Brailovsky, Ruth Harf y Verona Batiuk, con la coordinación de María Victoria Abregú. El Nivel Inicial impacta fuertemente en las trayectorias educativas de los niños, sin embargo existe aún la discusión acerca de su sentido, función, prioridades y propuestas didácticas por lo que es necesario construir espacios genuinos de reflexión, debate y formación que instalen nuevos modos de mirar y pensar el nivel, buscando mejorar su calidad para dar respuestas a las nuevas demandas. Participan de la capacitación, la subsecretaria de Calidad e Innovación Educativa, Rosana Hernández, y la coordinadora de Educación Inicial, Liliana López. #sembrador #fpc #salta

  • Escuelas rurales: el desafío de enseñar en zonas inhóspitas y sin recursos

    Aislados en muchos casos, hay maestros que, de acuerdo a su orden de prioridades, reclaman desde hace años la construcción de caminos para poder llegar a la escuela y recibir a los alumnos; aún no han podido iniciar el ciclo lectivo. LA NACIÓN, 7 de marzo de 2016 - En Salta también hubo acuerdo y la paritaria docente que logró cerrarse aseguró el inicio de clases en la provincia. Aunque para ser rigurosos, el lunes pasado hubo 13 chicos que deseaban reencontrarse en el aula con su maestro y no pudieron llegar a la escuela, una pequeña institución rural en una zona inhóspita denominada como clase B: sin caminos, en cerros pre-cordilleranos y pura tierra colorada. "Llovió mucho y está todo anegado. Aún es imposible el reencuentro con mis niños. Es que estamos en una zona de montaña, aproximadamente a 3500 metros sobre el nivel del mar, y todas las lluvias que vienen desde el Sur o Este del país quedan en estos cerros pre-cordilleranos. Son dos ríos los que hay que atravesar en el camino y ahora con el gran caudal de agua es más peligroso", cuenta a LA NACION Fernando Cruz Cano, maestro y director de la escuela albergue Mujeres de Acero en la Gesta Güemesiana, en la localidad Los Cardones, Salta-. Para llegar a la escuela, Fernando divide su ruta en dos tramos: "hasta donde llega la moto", y "las siguientes cinco horas de caminata" por cerros altos y de huella angosta, tierra colorada, zonas de cornisas y dos ríos que cruzar (el Huasamallo y Los Cardones), lo que impide por estos días que Fernando pueda pararse frente a la clase y darle la bienvenida a sus alumnos. El ciclo lectivo 2016 para ellos aún no arrancó. Y como para justificar las faltas, Defensa Civil le dio a Fernando un certificado: "Zona intransitable". No hay caminos, ni señal de celular, ni WiFi. Viven aisaldos, y como cada año que inicia, el pedido de este maestro -que desde hace 29 años dicta clases en zonas inhóspitas- se repite: "Llegar a un acuerdo paritario es justo, pero lo que más necesitamos nosotros es un camino para que nadie tenga que andar tanto tiempo a pie para llegar a sus casas, su trabajo o su escuela; para que mis alumnos puedan mostrarse ante otras comunidades; para que nuestros estudiantes no tengan que mojarse hasta la cintura al atravesar ríos. Es penoso, pero no es un impedimento para seguir enseñando, y como maestro creo en lo que me dijo hace poco Bernardo Blejmar [experto en educación, maestro y consultor] durante una capacitación en Buenos Aires: ‘Si hay algo que podemos hacer es incidir de forma positiva con buenos actos’. Y eso intentamos todos los días". Capacitarse en vacaciones Como el resto de los 22 directores y 18 supervisores de escuelas rurales que participaron de la última capacitación de verano del Programa Sembrador, organizado por la Fundación Bunge y Born y Pérez Companc, Fernando le restó días a sus vacaciones -y también a su esposa a la que sólo ve los fines de semana durante el año- para venir a capacitarse. Y al igual que sus colegas él cree que la posibilidad de compartir experiencias con otros, tener más elementos para organizar la escuela y adquirir nuevos recursos pedagógicos es algo enriquecedor. "La realidad de cada escuela es distinta, y todos tenemos nuestras preocupaciones, pero saber de qué manera enfrentan los demás sus obstáculos aporta nuevas ideas". De lunes a viernes, Fernando vive en la escuela. Todos los días, de 7 a 21, el maestro cumple varios roles: da clases a los chicos, los atiende en sus necesidades cotidianas como lo haría un padre, almuerza y cena con ellos, organiza juegos, actividades deportivas y les lee un cuento antes de ir a dormir. Pero hay algo que a Fernando le preocupa, y trabaja duro para que todo el grupo tenga su autoestima bien alta. "A veces me dicen: ‘Maestro, yo no quiero hablar porque me da vergüenza, yo no sé’. Y ellos sí saben, sí que tienen capacidad para comunicarse, aprender y relacionarse con otros fuera de su comunidad. Pero necesitan más confianza en sí mismos". Más tarde, a partir de las 22 y hasta la 1, Fernando aprovecha su tiempo libre para "hacer otro tipo de documentación de la escuela, cuestiones más administrativas pero también importantes, como tener al día todos los requisitos para recibir de parte del gobierno provincial las bonificaciones correspondientes por distintas "líneas": de personal único, de combustible, y hasta de movilidad, y no es una ironía. "Como no podemos ir a ningún lado porque no tenemos caminos aprovecho esa plata para comprarle zapatillas y calzado a los alumnos. Hasta la supervisora de la zona me increpa: ‘Fernando cuándo van a hacer los caminos porque yo quiero conocer la escuela’". De 4 a 15 años, todos en el aula Alejandra Vivar es directora de la Escuela Monte Dinero, la más austral del continente, que inauguró hace apenas un año a 120 kilómetros de Río Gallegos. De modalidad plurigrado (el 40 % de las escuelas rurales presenta este formato) Alejandra es "personal único" y dicta clases a seis alumnos, todos hijos de empleados que trabajan en una estancia. "En el plurigrado hay que aprender a la par del otro, en la diversidad. Y eso tiene sus cosas buenas y malas. Es muy lindo ver cómo aprende el más pequeño del más grande, pero siempre estoy sintiendo que le dedico más a unos que a otros. Y que eso no es justo. Seis chicos pueden parecer muy poco, pero cuando las edades van de los 4 a los 15 años y además de enseñarles también hay otras cuestiones, como atenderlos si están enfermos, es difícil –confiesa-. Yo era maestra en Río Gallegos, y mi familia apostaba a que no duraba más de 15 días en el campo, y creo que fue la mejor decisión de mi vida". Según el último reporte educativo de la Fundación Bunge y Born, los alumnos del sector rural representan, aproximadamente, el 11 por ciento de los alumnos del sistema educativo total pero, en total de escuelas primarias del país, más del 40 % son rurales. La explicación es que hay muchas escuelas pero con muy baja matrícula, incluso con un solo alumno. Por ejemplo, mientras que en el sector urbano, de 1° a 6° grado, hay en promedio 202 alumnos por institución, en el ámbito rural esta proporción disminuye el 75 %, y es de sólo 50 alumnos. De visita en Buenos Aires para la misma capacitación, María Cecilia Funes "Tachi", es supervisora de 16 escuelas rurales, en Tupungato, Mendoza. Su vocación, dice, "es más bien genética". Sus padres fueron fundadores de la Asociación de Maestros Rurales Argentinos, y desde hace treinta años ella también enseña en medio del campo. Desde que tiene recuerdo, cuando empezó, en 1987, la perspectiva de la situación no ha cambiado mucho. "Me inquieta que el federalismo siempre estuvo y sigue estando acá nomás, a un par de cuadras –dice durante la entrevista en un edificio histórico del microcentro porteño- Todo se centra en Buenos Aires, y yo creo que los gobiernos deben trabajar de una vez por todas para que los chicos cuando crecen no quieran irse de su tierra. Que tengan las mismas oportunidades que en la ciudad, que el campo les de trabajo, les permita progresar y desarrollarse, que amen su lugar y no quieran irse. Pero sucede todo lo contrario, y en tanto la educación rural siga siendo considerada una "modalidad" no vamos a tener éxito". Claudia Aguirre es chaqueña, y de su experiencia en Buenos Aires lo que más desafiante fue el viaje en avión, por primera vez en su vida. "Bajé con mi bolso, mi porta termo y no sabía para donde ir. Estaban todos tan apurados que no me daba tiempo a preguntarle a alguien dónde tenía que retirar mi valija –cuenta sonriente- Creo que nunca presté tanto atención en mi vida como en ese aeropuerto. No tenía idea para dónde ir". Salir de la zona de confort Claudia es directora, desde 2012, de la escuela Ejército de los Andes, en Pampa del Indio, Chaco, y aunque es de modalidad plurigrado hay 14 docentes y 120 alumnos. "Hace algunos años quise salir de mi zona de confort y me fui a una escuela más alejada, no tan aislada como la de Fernando [se ríe], pero de todas formas era algo a lo que yo no estaba acostumbrada. Y fue difícil. Las situaciones familiares y los contextos sociales son complejos. Había muchas madres que mandaban a sus hijos con los hermanitos chiquitos porque no tenían con quién dejarlos. 'De oyente', me decían. Y uno tiene que poder atender todas esas situaciones, enfrentarse con la desigualdad y el aislamiento, la falta de recursos materiales, humanos y entre tanta carencia hay que recordar que uno está allí también para cumplir con una función pedagógica". Lo que describe Claudia son condiciones habituales de muchos establecimientos. De acuerdo con el último relevamiento de datos del Programa Sembrador, se presentan carencias de recursos materiales en términos de infraestructura, ya que una parte significativa no tiene electricidad, gas o agua potable; escasa dotación de recursos didácticos; problemas de transporte y reducido acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Sobre los recursos humanos sobresalen problemas como el aislamiento y la alta carga de trabajo docente, que debe desempeñarse en múltiples tareas. Mercedes Edith Ragne es supervisora en la localidad de Laborde, Córdoba. "Fui docente, directora y ahora atiendo a unas cincuenta escuelas. Tengo tres escuelas con un solo alumno, lugares donde hay población golondrina y que luchamos para que no cierren. Trabajar en la ruralidad exige un gran compromiso, y no todos los que aceptan están preparados. Es difícil, y nuestra misión como supervisores es poder armar equipos que funcionen. Estos encuentros, como el del Programa Sembrador, son riqueza pura. Aunque cueste creerlo, hay gente que aún es muy celosa de su información y de su conocimiento, y la mejor forma de avanzar es democratizar el saber. Más que ayuda, necesitamos inclusión al sistema". El mapa de la educación rural Números que expresan la realidad de aprender de lejos 15.000 Escuelas Es la cantidad de establecimientos rurales que funcionan en todo el país. En el Nordeste y en el Noroeste, del total de colegios, un 70% es rural, y en Cuyo, un 54% 40% Primarias Es el porcentaje del total de establecimientos de nivel inicial rurales que hay en el país 40% Plurigrado Esa es la cifra de establecimientos educativos rurales que albergan alumnos de grados distintos agrupados en una misma clase 61% Residen en el campo Según información proporcionada por la Fundación Bunge y Born, a través de su Programa Sembrador, éste es el porcentaje de familias que viven dispersas en zonas rurales, cuyos hijos asisten a las escuelas #sembrador #fpc

  • La situación de la lepra en la Argentina

    HOSPITAL UNIVERSITARIO AUSTRAL, 26 de enero de 2016 - El 31 de enero se celebrará el Día Mundial contra la Lepra, una enfermedad que suena antigua para muchos, pero que según un informe de enero de 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) genera 200 mil nuevos casos cada año. Para conocer un poco más sobre la situación actual de esta patología a nivel global y local, hablamos con un especialista en el tema, el jefe del servicio de Dermatología del Hospital Universitario Austral, Dr. Raúl Valdez. “La lepra es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria llamada Mycobacterium leprae que fue descubierta en 1871 por el médico noruego G.A. Hansen, razón por la cual también se la denomina ‘bacilo de Hansen’. Antiguamente se creía, por las deformidades que provocaba, que la enfermedad tenía causa hereditaria o correspondía a un castigo divino. En el siglo XXI sabemos que nada de eso es verdad, que las deformidades se pueden prevenir e inclusive que la lepra se cura porque desde 1981 contamos con una combinación de antibióticos de alta eficacia cuya tasa de recaída a 5 años es menor al 1%”, comentó el Dr. Valdéz. La lepra afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias superiores y los ojos, y aunque no es muy contagiosa, se transmite por gotículas nasales y orales cuando hay un contacto estrecho y frecuente con enfermos no tratados. “Considerando que es una enfermedad milenaria, la tasa de detección es baja, especialmente si se la compara con años anteriores. Por eso, si bien la lepra como enfermedad sigue existiendo, se encuentra en franco retroceso. Como ejemplo de ello tenemos a la Argentina en donde hay menos de 300 casos nuevos por año. Por otra parte, de acuerdo con la OMS en 1985 existían unos 5 millones de enfermos en todo el mundo, y a partir de ese momento los números empezaron a bajar reportándose en 2013 unos 180 mil en todo el mundo”, agregó el especialista. ¿Y por qué sigue habiendo casos nuevos? Porque la incubación puede ser muy larga, de hasta 20 años. Así, cuando se diagnostica un nuevo enfermo, éste rápidamente debe tomar la medicación que es tan eficaz que en dos semanas ese paciente deja de contagiar. “El problema es que antes de tomar la medicación ese paciente puede haber estado contagiando sin saberlo. Entonces, una forma de cortar la cadena epidemiológica de contagio es examinar periódicamente a los convivientes y familiares del paciente. Un diagnóstico precoz en un familiar lleva a un tratamiento también precoz y así, paso a paso, se corta la cadena de contagio. De hecho, los países que lograron erradicar la lepra de sus territorios lo hicieron de esta forma”, explicó el jefe de dermatología del HUA. Entre las zonas más afectadas se encuentran los países del centro de África, India, China y Brasil. A nivel local hay muy pocos casos, comparado con 20 años atrás. Esto se debe a una política constante de control desde el estado, con la colaboración de ONGs que han llevado a que la lepra haya dejado se der un problema sanitario. ¿Cómo tratarlo y evitarlo? En cuanto al tratamiento, las opciones que propone la OMS son los esquemas multidroga a base de DDS (Diamino Difenil Sulfona) Rifampicina y Clofazimina, aunque existen otros medicamentos alternativos. Respecto a la prevención, lo más importante es que el paciente complete el tratamiento y que no lo suspenda cuando se ve mejor; también que haya un seguimiento médico hasta la cura, y manejar el control de los convivientes para el diagnóstico precoz. Un poco de historia Hay una primera etapa de la lepra que se inicia en la antigüedad, en la cual los enfermos eran rechazados por la sociedad y existía un ritual para expulsarlos “extramuros”. Además, junto a la lepra se incluía a todas aquellas enfermedades deformantes, fueran o no lepra. Así, los pacientes deambulaban por los caminos o se agrupaban en cuevas para vivir de la caridad, pero no podían ingresar a las ciudades. “Aquí los puros, fuera los impuros” era la norma. En el siglo VI nace el concepto del “leprosario”, casa de albergue para los enfermos, atendidas principalmente por órdenes religiosas, y eso fue un significativo avance porque si bien no había tratamiento al menos eran cuidados y confortados. La tercera etapa ocurre en el siglo XX con el advenimiento del tratamiento eficaz a base de antibióticos. Ya no hacía falta tener leprosarios sino que los pacientes dispongan de la medicación. No obstante, los avances no evitaron que la enfermedad fuera estigmatizada, al igual que quienes la padecían. En el caso de nuestro país, el progreso llegó en 1983 cuando el Dr. Luis María Baliña, distinguido leprólogo y profesor de dermatología logró que se promulgara una ley para el “tratamiento obligatorio y gratuito” a cargo del Estado que comenzó a aplicarse en 1985. Más tarde, en 1995 se inició un programa de control de enfermos patrocinado por tres ONG (Orden de Malta, Fundación Navarro Viola y Fundación Bunge y Born) que logró tener bajo tratamiento al 100% de los pacientes de la Argentina. De esa manera fue bajando la tasa de casos nuevos año por año hasta lograr el objetivo de la eliminación de la enfermedad. “Debemos distinguir ‘erradicar’ de ‘eliminar’ porque no es un tema semántico. Erradicar significa ni un solo enfermo mientras eliminar -como problema sanitario-implica menos de 1 enfermo x 10.000 habitantes. Esto último como objetivo sanitario la Argentina lo ha alcanzado hace unos 10 años”, completó el Dr. Valdéz. Contacto: *Dr. Raúl Valdez Jefe del servicio de Dermatología Hospital Universitario Austral RVALDEZ@austral.edu.ar M.N. 51.771 #infecciosas

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