El brillo de nuestros científicos
LA NACIÓN, 17 de junio de 2019 - Afortunadamente, aunque algunos todavía se empecinen en ignorar o soslayar los graves efectos del cambio climático sobre nuestra casa común, quienes asistimos preocupados a terribles pronósticos nos alegramos también de saber que desde la ciencia y la tecnología se trabaja incansablemente para acotar o reducir los impactos que contrarresten la falta de los consensos necesarios en este campo.
Sandra Myrna Díaz, bióloga cordobesa reconocida con numerosas distinciones que la convirtieron en referente científico internacional, acaba de recibir el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, poco después de haber recibido en nuestro país el que entrega la Fundación Bunge y Born, que en esta edición se ocupó de la Ecología.
Sobre 45 candidaturas de 23 nacionalidades, Díaz y su colega estadounidense Joanne Chory compartieron el reconocimiento por sus trascendentales aportes en la defensa de la diversidad biológica.
Una de sus contribuciones consistió en su análisis del papel de la biodiversidad para contrarrestar el cambio climático mediante el secuestro de carbón atmosférico. Sus trabajos se vinculan con los de Chory, quien trabaja desde California en una iniciativa dirigida al desarrollo de plantas que puedan absorber hasta 20 veces más dióxido de carbono del aire que las normales a través de la edición genética.
Egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, donde ejerce la docencia, además de ser investigadora superior del Conicet, Díaz es fundadora de Núcleo DiverSus, una red interdisciplinaria de investigación sobre biodiversidad y sostenibilidad con proyección global.
Por otro lado, 11 argentinos que trabajan en biología, bioquímica, física y química se sumaron en estos días a la Academia de Ciencias de América Latina: Alejandro Schinder, Fernanda Ceriani, José Luis Daniotti, Rafael Calvo, Eduardo Fradkin, Alicia Godeas, Néstor Carrillo, Andrés Muro, Rosa Erra Bassels, Mario Guido y Teodoro Kaufman.
Sobran ejemplos del prestigio alcanzado por profesionales argentinos que trabajan desde nuestra tierra o desde el extranjero, confirmando el valor de nuestra educación superior, capaz de potenciar capacidades que luego el mundo reconoce. Celebremos sus logros y apostemos a quienes puedan continuarlos, destinando los recursos necesarios a su formación, para que la ciencia argentina siga brillando en el mundo.
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