Alberto Piola, oceanógrafo: “El Mar Argentino se está calentando a tasas alarmantes”
Por sus logros y dedicación, este científico recibirá el Premio Fundación Bunge y Born.
Viva lo entrevistó para conocer cómo es su trabajo sobre el océano profundo.
Por Eliana Galarza
CLARÍN, 5 de septiembre de 2024.- Alberto Piola es un hombre de mar. Subió a embarcaciones para develar los misterios de los océanos 45 veces. La primera expedición fue a los 24 años, en el barco Islas Orcadas. Hoy, después de haber pasado la barrera de los 70, aún espera con entusiasmo el llamado para la próxima misión.
Pero no es solamente un hombre de mar curioso. Es un oceanógrafo formado en el ITBA, en los Estados Unidos y en Francia; investigador del Conicet y profesor emérito de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
El lunes 9 de septiembre recibirá el Premio Fundación Bunge y Born 2024, que este año distingue a científicos del ámbito de las Ciencias del Mar y la Atmósfera. Su pasión oceánica será reconocida.
En Ciudad Universitaria, donde da clases, su oficina está en el nuevo Pabellón 0 (cero), donde puede ver en su notebook los modelos de distintos escenarios que proponen los cambios en los océanos con una luminosidad natural envidiable.
Se respira minimalismo y funcionalidad en el espacio que le fue asignado. En medio de tonos blanco y madera claro, el planisferio que aparece en su pantalla gana toda la atención. “Es un modelo que refleja el estado de los océanos, de cómo la temperatura está aumentando en algunos lugares”, dice.
Apasionado por su trabajo, es la persona indicada para saber cómo están los océanos, la relación de esa información con el cambio climático y cómo ese panorama afectará a los humanos en la vida cotidiana. Por eso es interesante conocerlo y escucharlo.
“Crecí en Adrogué y mi vocación científica nació un poco por casualidad. A mi casa llegó una vez un folleto que promocionaba la carrera de Oceanografía en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). Me pareció muy interesante, fantástico, porque era como unir la Física, que me encantaba, con el mar. Me anoté en su curso de ingreso y ocurrió algo cómico. El primer día se sentó al lado mío un chico a quien le pregunté qué iba a estudiar. Me dijo Oceanografía y entonces pensé que muchos habíamos elegido lo mismo. Luego me di cuenta de que éramos los dos únicos anotados en esa carrera, entre los ciento y pico del curso. Justo se sentó al lado mío la única persona que sería mi colega. Hoy todavía seguimos colaborando juntos en investigaciones”, recuerda.
La primera salida científica también fue un acontecimiento. A los 24 se embarcó en el buque Islas Orcadas, que estaba en la Argentina por un convenio entre la Fundación de Ciencias de los Estados Unidos y nuestro país. Lo importante: no se descompuso.
“Lo pasé bien. Hay personas que tienen tendencia a sentirse mal en el mar. Mi amigo, al que conocí el primer día del curso, por ejemplo, tenía problemas para navegar. Hay una predisposición natural para eso. Él quedaba muerto cuando se embarcaba, sufría mucho el Mal de mar. A mí, por suerte, nunca me afectó.”
Después de ese viaje inaugural, empezó una carrera intensa y marcada por varias investigaciones en el océano profundo, que está a más de 4 mil metros de profundidad.
-Usted conoce la Oceanografía de otras épocas y la actual, ¿qué avances observó en estos años?
- Toda la tecnología desarrollada y aplicada en las ciencias del mar es de impacto. Hay una parte que es más tecnológica, que es el desarrollo de instrumentos nuevos, dentro de eso podemos ubicar a la observación satelital, algo que estaba en pañales cuando yo empecé, a principios de los años ‘80. En cuanto a recabar información, la disponibilidad de grandes bases de datos era algo inexistente en aquel entonces. En ese sentido, el progreso también ha sido enorme. La tecnología ya estaba disponible para reunir información y yo la usaba, pero la facilidad de hoy en día para analizarla y la posibilidad de elaborar, con esos datos, un gráfico o un modelo en cuestión de horas era inexistente. Eso es algo importante porque sobre los gráficos que se obtienen se pueden elaborar ideas.
-Al igual que los astrónomos, ¿están viviendo una época de oro?
- Sí, totalmente. Desde ya, con la producción de instrumentos nuevos, sensores que permiten medir variables que antes, para conseguirlos, había que hacer análisis en laboratorios durante horas y preservar muestras de agua. Hoy ese trabajo se hace con un sensor que es del tipo electrónico y con una alta precisión. Por supuesto que hay que chequear si los instrumentos están dando lecturas correctas. Pero sí, definitivamente, es una época de oro en ese sentido también.
-¿Es verdad que, pese a tanta tecnología, sólo se conoce el 5 por ciento de los océanos?
- Depende. Si hablamos del océano profundo, lamentablemente usando los satélites, por las radiaciones electromagnéticas que no se propagan bien en las profundidades, solo tenemos datos de aguas superficiales. El océano tiene, en promedio, unos 4 mil metros de profundidad. De esas regiones profundas, es verdad, conocemos bastante poco. Por ejemplo, del relieve del fondo del mar se conoce menos que del relieve de la Luna. Hay actualmente alrededor de un 28/29 por ciento del fondo del mar que está bien relevado. Con el resto se está progresando, hay un esfuerzo internacional muy grande para determinar la profundidad del océano con una alta precisión, pero es un esfuerzo que requiere de barcos, de instrumentos, de personas que manejen esas herramientas y es costoso. Por lo tanto, es un progreso lento. Pero sí, es verdad que conocemos menos del mar de lo que deberíamos.
-¿A usted qué le gustaría saber, averiguar o entender de los océanos?
- Probablemente demasiadas cosas. Como nuestros datos son limitados, nuestro conocimiento también es limitado. Acá, cerca del Mar Argentino, tenemos algunos instrumentos que están registrando, por ejemplo, la temperatura del fondo, a cuatro mil o cinco mil metros de profundidad y estamos viendo que el océano profundo está calentándose a un ritmo considerable. El interrogante que me gustaría develar es cómo está cambiando el océano profundo y eso es relevante desde el punto de vista climático porque el océano es la memoria del clima. Cambios que ocurren hoy en ese océano profundo van a impactar en el clima dentro de siglos.
-¿Hay alguna certeza sobre las causas de ese calentamiento en lo profundo?
- Es muy posible que eso se deba al cambio climático. Lo que no está muy claro es a través de qué mecanismos se puede manifestar ese aumento a miles de metros de profundidad. Las conexiones del océano superficial con el océano profundo son de muy variada índole. Hay algunos lugares donde es intensa y otros donde están como muy aislados uno de otro.
-Hay filmes de ciencia ficción que se basan en esa difusa barrera que separa esos dos océanos…
- Sí, El día después de mañana es una película que mostraba el cambio del clima vinculado a los cambios en el océano. Claro que, en la trama de Hollywood, los tiempos son otros. Ellos necesitaban que todo ocurriera más rápido. Lo que podría pasar en unas décadas, ellos lo mostraron posible en un par de semanas. Pero sí, observar con precisión el mar nos permite construir mejores modelos para entenderlo. Por eso debemos mantener esos sistemas de observación. Hacerlo es algo caro; los países consiguen desarrollarlos manteniendo compromisos de largo plazo.
-Si bien la naturaleza de los océanos no sigue patrones geopolíticos, ¿cómo está la salud de los mares de nuestra región?
-La porción norte del Mar Argentino se está calentando a tasas preocupantes. Los biólogos están empezando a detectar algunos cambios en especies. En lugares donde dominaban especies de aguas frías, ahora empiezan a aparecer especies de origen subtropical. Algunos científicos llaman a ese proceso tropicalización del océano. Está notándose, a nivel global, un desplazamiento de especies hacia latitudes más altas, hacia los polos, buscando escenarios parecidos al que habitaban antes. La velocidad del cambio en el clima es importante: hoy estamos observando que es algo que no tenía precedentes. En ese sentido, hay preocupación por la incapacidad de algunas especies para adaptarse. En ese caso podrían desplazarse, pero hay especies que tienen dificultades para hacerlo. Lo que se puede anticipar de esos lugares donde hay cambios muy abruptos, es que van a notarse mudanzas en el ecosistema y muy probablemente eso se refleje en cambios en especies de interés comercial. Ahí empieza a aparecer la relación del clima con el impacto socioeconómico y también sobre los procesos geopolíticos.
-¿Nosotros tenemos que preocuparnos especialmente?
- Lo que hay que hacer, y es muy importante, es mantener el monitoreo del océano. Debemos detectar esos cambios y poder hacer proyecciones sobre cómo van a evolucionar en el futuro. El cambio climático, yo diría, es alarmante. Para enfrentarlo podríamos reducir las emisiones, pero eso es algo fácil de decir pero complejo para implementar, soy totalmente consciente de eso. Sin embargo, está claro que si seguimos en este camino, de aumento de emisiones de gases invernadero, en las próximas décadas el cambio en el clima va a ser de mayor amplitud. Tenemos que estar preparados para tormentas más intensas, vientos extremos de mayor frecuencia, cambios en el ecosistema, desplazamiento de especies de valor comercial; en nuestro caso, por ejemplo, la merluza, que podría desplazarse hacia el sur del país cada vez más. Eso cambiaría nuestra economía. Pero esto no es solamente un problema de la Argentina. Es global, necesitamos adaptarnos.
-No todos los países tendrán la misma oportunidad de adaptarse.
- No. Está bastante claro que vamos a un océano de mayor temperatura, a un clima más cálido, eso es inevitable. Es muy importante la respuesta y la adaptación. Por supuesto que en los países con más recursos será más factible la adaptación. Países que tiene dificultades para alimentar a su población obviamente van a enfrentar una realidad mucho más cruda que los países desarrollados que pueden, con su riqueza, costear las adaptaciones necesarias. Por el aumento del nivel del mar también habrá movimientos de poblaciones. El hombre vive cerca de la costa...
-Aquí, el presente de la ciencia tampoco contribuye.
- Es un momento muy difícil. Muy incierto, con el presupuesto escasísimo y sobre todo con incertezas para el futuro. Los jóvenes tienen grandes dificultades para obtener becas, por ejemplo. Los salarios de docentes e investigadores están muy atrasados con respecto a la inflación. La desfinanciación de la ciencia está haciendo que aparezca devaluada y recortada.